lunes, 14 de febrero de 2011

HILO & FISURA

HILO- Buenas tardes.
FISURA- Anda... que sorpresa.
HILO- ¿Cómo te va?
FISURA- Por aquí... observando las fases doloridas del movimiento bruscamente articulado.
HILO- Todavía acreditas a las testificadas consecuencias con reacciones discretas ¿no?
FISURA- Puede que sea así, no sé... pero es que hurgar sobre una incisiva decisión me va; dividir franjas abstractas a cada lado, y darles el trato comedido que requieren... lo que el cuerpo pide, claro.
HILO- Será el cuerpo, sí... pero la mente también tiene boca.
FISURA- Claro, pero esa ya entra en la parte cicatrizante, y no hace falte que te diga que te utiliza. Dirás que eres consciente, pues por eso tienes la licencia de firmar las faenas para la eternidad sobre las heridas.
Pero, ¿tú qué?... cuenta algo.
HILO- Aparte de lo que me acabas de decir, y que es cierto... ahí sigo, uniendo partes y contrastes; trasladando áreas separadas en un proceso equitativamente unificado... todo muy lineal, no te creas.
FISURA- ¿Y te siguen?
HILO- Pues, aunque parezca extraño... sí. Yo sólo desenrollo y sacudo la alfombra remendada con partes de mi. Al agotamiento jamás le gustó la fría sensación de caminar sobre suelos embaldosados de barras de hielo... cada uno tiene sus manías, ya ves.
FISURA- Siempre se te ha dado bien el sumergirte en los reparadores gestos que taponan el paso del aire.
HILO- Bueno... depende eh. Cada textura tiene su no sé qué, y ya será porque he perdido tirantez, o porque me enredo con más frecuencia de la debida, que mis inmersiones pespuntadas se han vuelto despreocupadas y kamikazes a la vez. Vamos... que si me tengo que quedar en un doble, ya buscaré la forma de deshilarme a base de tirones.
FISURA- Te comprendo. A mi me sucedió algo de similar trasfondo pero diferente parecido; me olvidé en las orillas que creé a la conciencia, y cuando me di cuenta y la llamé, no podía caminar. Los fugaces besos de hola y adiós que le daban las olas a los tobillos habían hecho mella en sus articulados movimientos. Me acuerdo de ese barrido salado; con el manto arenoso y húmedo de huellas separadamente medidas.
HILO- Sí, lo he visto alguna vez. Aunque a mi me salvó el zig-zag, soy más difícil de seguir cuando serpenteo sobre cualquier superficie, ya sean sedosas, aterciopeladas, o gastadamente rasposas.
FISURA- Pero tienes otros materiales que reparar ¿no?.
HILO- Por supuesto, pero nada es comparable a nadar en alternancia sumergida; tomando aire discontinuamente sobre una epidermis cortada. Habrás oído que muchas veces me pierden, aunque eso ocurre porque quieren... basta solamente con que me enhebren en la cabeza; me aseguren con un doble nudo, y tiren de mi; igual que esa canción que te sabes de memoria y tarareas sin saber porqué, pues así..
FISURA- Claro, pero de no pasar...
HILO- Entonces descanso. Dejo a mis ideas abrazadas a un cilindro, con toda mi longitud de expresiones enredadas en una madeja, hasta que la punzante y puntiaguda inquietud me vuelva a clavar por los tejidos de la imaginación rota.
FISURA- Me hago cargo, y astillosamente trizas sólo de pensarlo.
HILO- Es que yo sin roturas no me siento útil, son mi razón de ser.
FISURA- Pero te dejas llevar demasiado por el pulso ajeno, y a veces al destino tímido le tiembla mucho, lo suficiente para que no selle y trace su reparada energía rectilínea.
HILO- Ya... me han hablado de que las grapas insensibles tomarán mi relevo en breve, así que no me preocupo. Pero te lo digo en voz baja eh, que no se enteren los alfileres, que se podrían quedar clavados del susto.
FISURA- Tranquilo, soy muy discreta, vivo entre particiones.; capaz de susurrarle a un golpe fuerte con el  hilillo de voz más inaudible... de esos, de los tuyos... ya sabes, corto y rasgo... y duelo porque me tocan.
HILO- Pues venga, hasta otra. Para cualquier cosa que quieras saber... puedes tirar de mi.
FISURA- Vale, no te lío por hoy, que no soy yo quién mueve la marioneta.

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