jueves, 30 de diciembre de 2010

CUENTO & ESCRITURA

CUENTO- Hola.
ESCRITURA- ¿Eres quién creo?
CUENTO- Érase una vez y las que hagan falta... has acertado.
ESCRITURA- Se agradece oírte.
CUENTO- Pero seguro que el otro día te gustó más en otra voz.
ESCRITURA- Sí... a mí y al resto de orejas receptivas que prestaban atención a tu principio, cuerpo, y clausura. Por eso siempre que te escribo, me falta tiempo para ir a dejarte en la boca de la narración.
CUENTO- Por supuesto, me adapta y modula a la perfección, con ese estilo tan sutil y tan suyo.
ESCRITURA- Estoy de acuerdo. Ya me ocupo yo de colocarte en buenos labios.
CUENTO- ¡Ah!, espero que me me deposites ahí en breve para seguir, que la lectura amplificada del otro día era sólo una parte. Que no se quede en un "Cuentus-interruptus", vamos.
ESCRITURA- No padezcas, queda poco, o nada por atar.
CUENTO- Es que me tienes aún en el ecuador del grosor del papeleo.
ESCRITURA- ¡Uf!, ahora no te sabría decir. Llevas demasiado tiempo surcando en las olas de tus hojas. Tal vez haya llegado el momento de pasar página.
CUENTO- Ni me acuerdo, la verdad. Tengo ya tantas fábulas tatuadas en mi cuerpo que... ya ves.
ESCRITURA- Bueno, si mal no recuerdo... continuabas con la sencillez desnuda y bella de una Cenicienta contemporánea de protagonista principal, ¿no?
CUENTO- La misma que me escribes, sí. Esa que deja metros de ventaja a las refinadas divas del maquillaje al por mayor y el exceso de halajas; la que les adelanta con su esbelta y clara silueta sin apenas despeinarse. Y que conste que jamás presumió de esa facilidad para bailar descalza sobre los cactus. Prefiere estar sacándose pinchos de sus pies, que hacerlo con los cristales rotos de esos zapatos que se empeñan en calzarle.
ESCRITURA- Ya sé... es la amiga del alma de aquella Blancanieves que se despertó del coma al sentir el lenguetazo de un majestuoso y desconocido sapo. La que abandonó a sus siete pequeñeces... no paraban de trabajar para ella, y tan estrecho margen de descansos le causaba remordimientos.
CUENTO- Sigue... veo que me he ido al cielo ante tu memoria.
ESCRITURA- Échale un cable, que no le viene mal nunca. Eres consciente por lo que te toca que le cuesta poco quedarse en blanco mate.
CUENTO- Pues, lo que me marcabas con las teclas... que acababan aliándose entre ambas. No sin antes finiquitar a la hada madrina de turno. Le daban las gracias de manera figurada con un par de  calabazas de sonrisa mellada, y un carruaje del que tiraban cuatro tortugas, para que no las alcanzase en años. Por lo que plasmabas en mi interior, se hacían con los servicios de un tal Pulgarcito, que les regalaba a cambio de legumbres sus servicios de guía. Me cuentan que el individuo en cuestión no sabia leer los mapas, ni manejaba la brújula con soltura. Pero estaba corroborado su efectivo método nada ortodoxo del garbanzo discontinuo.
ESCRITURA- Mientras llegasen al enclave elegido...
CUENTO- Llegaron, algo tarde pero llegaron. Y una vez en el bosque encantado, hicieron migas con una Caperucita mochilera. Ésta les subministró toda la energía que tenía el tarro lleno de miel que le iba a regalar a su abuela. No departieron mucho, ya que el lobo amaestrado le guardaba un baile en el carnaval del valle secreto.
ESCRITURA- ... Y si mal no recuerdo, ahí me quedé sin tinta.
CUENTO- Correcto. Me puedes seguir si quieres eh.
ESCRITURA- Sigo... resulta que al acabar el tarro de miel a cucharadas feroces, y sin dejar tiempo a que el organismo asumiera tal empalago, decidieron que podían pasar la tarde asistiendo de espectadoras a un partido de fútbol que se jugaba de manera sumergida a veinte mil leguas. El viaje fue húmedo, pero lo peor se lo iban a encontrar al llegar. Al parecer los dos equipos acordaron una suspensión temporal. Existía una desigualdad numérica por parte del equipo diminutivo formado por: Los Siete Enanitos, y Los Tres Cerditos. El combinado de estrellas del equipo contrario, que eran personajes ilustres entrenados por Edgar Allan-Poe y  Hans C. Andersen, no quiso aprovecharse de esa circunstancia.
CUENTO- Faltaba un jugador para llegar a completar el once inicial ¿no?
ESCRITURA- Sí, fueron tan recelosos con Barba Azul, que antes de entrar al vestuario le hicieron enseñar la pata de palo por debajo de la puerta, y... se partió. Les quedaba la opción de incorporar a El Capitán Garfio de portero, pero la funesta tesorera del club, que era La Lechera... la que llevaba las cuentas en el saco roto de la avaricia, descartó esa incorporación. Dijo que cada parada salía a balón pinchado... la operación era deficitaria a todas luces.
CUENTO- Me veo acabando mal.
ESCRITURA- Ya me encargo yo que no sea así. De verte en apuros puedo hacerte llegar una lámpara mágica y sus tres deseos. Y si no te basta con eso, le ordeno a narración que exclame un fuerte "ábrete Sésamo" en modo imperativo.
CUENTO- Pero... al final me vas a colocar la guinda de punto final ¿no?
ESCRITURA- No, esta vez no. Ni tan siquiera ese sonrojado adiós del colorín colorado...
CUENTO- Gracias... muchas gracias por no ponerme un fin.
ESCRITURA- No se merecen. El mérito es tuyo por ser el cuento de nunca acabar.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

ASPEREZA & TERNURA

ASPEREZA- ¿Qué quieres?
TERNURA- Bueno...
ASPEREZA- Venga, que no tengo todo el día.
TERNURA- Vale, constato que sigues deslizándote por caminos áridos y bruscos.
ASPEREZA- Correcto. Mi cínica sagacidad sigue en la contienda con su indefinible raspa y corta. No te lleves a engaños con mis formas, tienen muy poca mano izquierda. ¿Qué andas haciendo?
TERNURA- Ahora mismo ordenando los afectos precoces en el atril del subterráneo.
ASPEREZA- ¿Todavía cabe algo?
TERNURA- Siempre hay hueco para unas cuantas bolsas de fraternidad en la caja de cartón dónde amontono las empatías sobrantes.
ASPEREZA- Si eso te compensa en un futuro.
TERNURA- No pienso en ello. Pero ya me siento feliz sólo de ver como se suspenden en el aire; acortando y ensanchando los muelles que les regaló la generosidad. Se pasó por aquí el día que le vino en gana a estrecharme la mano con su impulso; salto a salto, hasta tocar techo.
ASPEREZA- Elástica acción, ¿no crees?
TERNURA- A ti te lo parecerá, pero yo creo que esas tonterías, que es lo ibas a decir, que te conozco... si salen con naturalidad no son otra  cosa que eso, lo natural... y ya por ser así, vuelan por encima de toda acción prefabricada. Me refiero a la artificial actitud sin materia prima, claro está..
ASPEREZA- Sabes desde hace tiempo que devuelvo a cualquier remite las invitaciones a las conferencias de la suavidad ilustrada. Carezco de la paciencia suficiente para permanecer ni tan siquiera unos diez minutos en el aula magna, y menos con la delicadeza que se requiere en tales eventos... ni en broma, vamos.
TERNURA- Siempre te digo que puedo adherir con mi espesa dulzura un par de asas en la taza de tus irritantes desayunos.
ASPEREZA- Me he acostumbrado al olor de esa chamusquina... no te preocupes.
TERNURA- Sí, y me lo creo. Por eso tienes las manos llenas de llagas producto de esas quemaduras. Sé muy bien que entre sorbo y sorbo, y mientras sostienes la taza que rebosa tu mala leche hirviendo, los soplidos tardan en hacer efecto, y de poco te sirve que se enfríe, si ya desciende por tu tráquea quemando el interior con la lágrima floja dolorida.
ASPEREZA- ¿Me vas a ofrecer de nuevo tus curas de humildad?
TERNURA- No, puedes estar tranquila, no tengo ni vendas en mi botiquín de ayuda. La última vez que la superioridad y su engreída sombra vinieron a merendar usaban de excusa que iban al cuarto de baño para abrillantar sus dientes de oro y...  no dejaron ni el agua oxigenada que utiliza dulzura cuando le muerden la vena aorta a traición, así que ya ves...
ASPEREZA- Yo tampoco tengo eh.
TERNURA- Pero lo tuyo no me extraña. Le das tantas veces a la amabilidad con la puerta en las narices que...
ASPEREZA- Sigue, sigue, no te cortes.
TERNURA_... No lo hago. Pero la verdad, que da lástima mirarla de perfil, por decir algo, pues resulta hiriente ver la chatura nasal que le has dejado a su llano rostro a golpe de maneta, cierre, y doble vuelta de llave.
ASPEREZA- ¿A ti nunca te he contado que los esquinazos son los que dan sentido a los rincones?
TERNURA- No, ni falta que hace. Yo me pongo desde hace mucho a salvo entre esos recodos angulares. ¿Dónde te crees que apilo a tus similares para que se limen entre ellas?
ASPEREZA- Espero no ver eso jamás, mi uniforme e irregular superficie no entiende de esas lisas mutaciones.
TERNURA- No dramatices tanto, que no has visto nada. Si hubieses leído los versos del beso torcido con los labios helados... aún te respetaría, que no comprender. Pero... no me negarás ni una ni tres veces que el papelón que interpretan las formas abiertas es sencillo, ya me gustaría verte a ti esparciendo grumos de belleza sobre el vientre liso del alma desnuda; todo un ejercicio artesanal de llana y aterciopelada técnica. Para el cual no hace falta ningún método, ya que cualquiera podría ser el personaje guionizado que ni gana ni pierde, sino que simplemente actúa.
ASPEREZA- Venga va... te dejo colgada.
TERNURA- ¿Tienes prisa?
ASPEREZA- La suficiente para no seguir escuchándote.
TERNURA- Entonces... un abrazo. ¡Ah!... y vigila con hacerle muescas a la dura conducta, no sea que de tanto afilarla te la claves accidentalmente en tu subido gesto desairado. Te lo comento por lo que le ocurrió hace poco a la antipatía. Pero eso lo dejamos para otra llamada ¿no?, hoy creo que ya he desgastado demasiado el tacto en tu basto terreno.
ASPEREZA- De acuerdo... por una vez eh, y sin que sirva de precedente.

jueves, 23 de diciembre de 2010

DESCONFIANZA & INGENUIDAD

DESCONFIANZA- Hola, puedes hablar ¿no?
INGENUIDAD- Claro, no hace falta que me lo preguntes con ese tono temeroso.
DESCONFIANZA- Ya...
INGENUIDAD- No te tomes en serio mi comentario, era simplemente una apreciación irónica.
DESCONFIANZA- Te creo, de veras.
INGENUIDAD- Yo todo, descuida.
DESCONFIANZA- ¿Seguro?
INGENUIDAD- No lo dudes.
DESCONFIANZA- Vale.
INGENUIDAD- Deberías tener en cuenta que yo siempre me creo todo de todos, hasta de las malas intenciones. Las buenas se agradecen, y las malas con el tiempo cicactrizan. En el momento que dejan de respirar y puedes tocarlas, sin ese escozor que provocan todas las heridas... reconforta y mucho, el observar que existen  señales visibles, pero ya apenas recitan molestias entre los versos de los actos.
DESCONFIANZA- Oye va... que para esto no te he llamado, sino para ver si me puedes echar un cable sobre un tema concreto, o mejor dicho un problema.
INGENUIDAD- Cuéntamelo entonces.
DESCONFIANZA- Resulta que entre que he estado ocupada camuflando mis manos para no ponerlas en ningún fuego por nadie, y que de tanto mirar a los lados para controlar lo que se mueve a mi alrededor... pues que no he asistido apenas, o mejor dicho nada, a clase durante este último mes.
INGENUIDAD- ¿Y...?
DESCONFIANZA- Que doy por hecho que tú, con esa amabilidad que te ha sido asignada, me dejarás los apuntes que hayas tomado en tu cuaderno. Pero de paso, no me vendría nada mal si me ayudas con el estudio. Ya sabes... tomarme la lección tema por tema.
INGENUIDAD- Mal lo veo.
DESCONFIANZA- ¡No me digas!
INGENUIDAD- Pues sí. Es que exceptuando un par de veces llevo faltando lo mismo que tú, sólo que yo no pienso volver. No creo ni que me guarden el pupitre que pintarrajeo con mis frases inocentes.
DESCONFIANZA- Ahora me has matado, yo que creía...
INGENUIDAD- No será para tanto, no exageres.
DESCONFIANZA- Pero... puedes explicarme esas faltas de asistencia.
INGENUIDAD- Sinceramente, me veía venir. Y con la previsión latente de cubrirme las espaldas me apunté voluntariamente a un grupo de estudio, de esos que se crean al estilo coche escoba para realizar un trabajo. Un trabajo de esos que se hacen sobre una materia concreta para subir nota; el pelotón de los torpes que diría yo. Esa forma agónica de intentar llegar al aprobado justo, y por mi parte... dicha asignatura en cuestión, flojeaba mucho en mi capacidad de estudio y asimilación.
DESCONFIANZA- ¿Cúal era el tema a desarrollar en dicho trabajo colectivo?
INGENUIDAD- Complejo, era muy complejo y difícil para mí.
DESCONFIANZA- Pero...
INGENUIDAD- Versaba acerca de las conexiones palpables entre las malas intenciones y sus variadas fases de aprovechamiento de lo ajeno, no me preguntes el nombre que ni me acuerdo. Y para colmo, me asignaron un grupo junto a malicia, recelo, y persuasión... y con esas compañias no me encontraba del todo integrada. Bueno, ni del todo ni una parte siquiera.
DESCONFIANZA- Creo sinceramente, y aunque me cueste decirlo... que no estabas en un grupo de estudio afín, y tampoco el tema iba mucho con tus cualidades, que las tienes, pero para otros temas. Puede que fueses el parche en dicho grupo, resultado de mi ausencia.
INGENUIDAD- Puede ser, pero yo ahí no daba para más, por mucho que me concentrase. Y tengo que reconocer que lo intenté. Me apliqué en todo lo que a cargas de maldad interior se refiere. Puse a todas horas durante los días previos a mis escrúpulos de cara a la pared, con los brazos en cruz, y de complemento unas orejas postizas de cartón simulando las de un asno. Pero ni aún así. Por lo tanto, me largué de allí igual que llegué. Hasta diría que con una leve sensación de aliviada y tranquilizadora descarga de conciencia.
DESCONFIANZA- Entonces, vete haciendo a la idea de que la nota global del curso te bajará. Entra en la media, lo sabes ¿no?
INGENUIDAD- Es igual, no he sido nunca de dar la nota alta en los finales, ni en las despedidas. Si tengo que repetir chascos, pues lo hago y punto.Yo creo que a base de levantarme en las clases prácticas de las zancadillas... alguna vez podré decir que he aprendido paso a paso las lecciones, y que me las sé de carrerilla, vamos... digo yo.
DESCONFIANZA- Es una lástima que no me hayas servido de ayuda. Puede que ocupe tu vacante en dicho grupo si no te importa.
INGENUIDAD- Es lo que deberías hacer. Problemas de adaptación no vas a tener entre ese trio.
DESCONFIANZA- Creo que estás en lo cierto, pero una cosa... si por un casual te encuentras a alguno de los miembros del grupo de estudio por los pasillos, por favor... no les digas que he hablado contigo. Mejor que no sepan nada, no sea que conspiren maldades a mis espaldas. Ya sabes que una tiene una mala reputación que conservar.
INGENUIDAD- No hay problema, soy una tumba repleta de sinceridades.
DESCONFIANZA- No es que no me fíe de ti eh, pero es que...
INGENUIDAD- Que no pasa nada. Mis inocencias leen en braile las intenciones de las jugadas, por eso cubro con un pañuelo transparente la mirada de mi invidente confianza. Hasta otra.
DESCONFIANZA- Adiós.