miércoles, 1 de agosto de 2012

LE HA DADO EL PUNTO, Y AL BLOG EL APARTE (de aquí)

             Arranca, ¿sabes?
             Le ha costado debido a la inactividad, y a ese olvido al que había sido relegado lo que un día se convirtió en pasatiempo; en evasiones a una autopista en la que los teléfonos de socorro tienen los cables pelados, y las llamadas comunican continuamente. La operadora está visionando la secuencia más misteriosa de "Lost highway", y no quiere que la distraigan. Así que... mejor no salirse de lo que delimitan los márgenes... mejor.
            
            He sacado la tuerca de mi rueda de repuesto, y me he encontrado con que todavía tenía parcheada una despedida contigo. ¿Te acuerdas del sabor nicotinado entre párrafo y párrafo que dejaban las respiraciones ahumadas en suspendidas expiraciones? Yo... ya no.

           No hay verbena sin fiesta, y tal vez al no haber baile, no haya orquesta. Y aunque Bogart diga que queda París, yo no me lo creo. Menuda panda de imbéciles están hechos los que plantan soberbia en sus ajardinados camposantos de pensamiento aparentemente humilde.  Lo que queda tras la tormenta es silencio, y miradas al cielo; buscando ese destello que sobrevuela por encima de unos desordenados escritos abortados. Esos que se amontonan en cajones.

          Me gusta, sí... me seduce la vista el tono amarillento. Y el olfato se tranquiliza  con ese olor a naftalina con el que el tiempo les obsequia. Son arrugas entre líneas, aunque sinceramente... los años no los mejoran, seamos un poco, y algo más claros ante la evidencia.

         Si los pasos que hay que contar hasta quedar en el vértice del abismo no se hacen a ojo, no hay doble lectura que dure cien años, y mientras... el sádico de Dios aprieta a la humanidad sin ahogarla. A duras penas veo a Tadeo en su puesto ambulante. Malvive, me cuentan. Por lo visto permanece inquieto cada noche, esperando vender las monedas de coleccionismo que pasaron de mano en mano hasta ir a parar a su zurrón. Todo sea por el bien de pagar los platos rotos de la última cena.

          Un día igual resucitamos, mira tú... y aunque resulte un fastidio para muchos, sonreimos y brindamos en una lírica borrachera de sonetos, sin ningún tipo de coherencia ni rigor. Lo mismo nos atrae ese desafio de que no nos atrevemos,  y nos da por descolgar la llave del letrastero con ese gesto rápido de manos. Aquel arte que los carteristas de las cartas dirigidas a la basura nos enseñaron. Aquello sí que era un misivo reciclaje. Vertederos de papirus eh, menudo festín de membretes eh.

         Ahora que lo pienso... no sé si el cerrojo girará. Lleva el pomo de la puerta un par de inviernos dormido. Dudo... dudo de si es buena idea exhumar montones de hojas que descansan en paz.

         El acelerón hace que el último pensamiento se pierda carretera arriba. ¿Dónde irá? -se preguntarán. A otro sitio; a un lugar llamado "Lejanía". Allí, según me han contado, se escenifican las novelas de Shakespeare, a la vez que Sinatra canturrea sus maneras de vivir en los aniversarios de los veteranos mutilados del Vietnam... No se si el capitán Kurtz comprará ambientadores con olor a napalm, pero... entre tanto desvario, me quedo observando como a Neil Young le salen canas en sus patillas esperando huracanes.

       El "Dance me to the end of love" suena pasado de aguja, que sí... que Joplin no volverá al Chelsea hotel... pero por si acaso... guardaremos silencio, pues por los rincones siempre queda el eco de un ángel y su voz rota ("When the angels sing").
      
       Depósito lleno de cuentos, cuenta-kilómetros a cero. Ruedas lisas al borde del reventón a cada frase, y un bolígrafo que se trae entre manos algún que otro volantazo brusco con tachones.